sábado, 12 de marzo de 2011

Amadeo de Saboya

Nació en Turín en 1845 y fue el segundo hijo del rey de Italia, pero el reinado italiano lo heredó su hermano mientras que él se convirtió en Duque de Aosta. La revolución de 1868 (la Gloriosa) había dado paso a un gobierno constitucional que había promulgado una Constitución democrática (la Constitución de 1869) y monárquica, que no encontraba el candidato idóneo para el trono español. El general Prim, encargado de escoger al candidato, había desechado la opción prusiana debido a la crisis suscitada con Francia (que provocó la guerra Franco-Prusiana), y no quería oír ni hablar de una nueva candidatura borbónica. La monarquía italiana, joven y prestigiosa entre los revolucionarios por su orientación liberal, levantaba simpatías, y la opinión de las grandes potencias no se oponía al establecimiento de un Saboya en España. El general Prim se había entrevistado con él y tenía una muy buena imagen sobre su persona pero algo en su contra era que no tenía descendientes, problema que se terminó al nacer su hijo Victor Manuel. La llegada de Amadeo a España se produjo en un ambiente de profunda crisis. La revolución había inflamado los deseos independentistas en Cuba y Puerto Rico, y se desarrollaba allí una dura contienda que las finanzas españolas no podían afrontar. La aristocracia y el clero no le tenían en estima, y se cebaban en su persona con demasiada frecuencia. En sus años como rey, Amadeo demostró, no obstante, rectitud de conducta, se mantuvo alejado de las intrigas y cumplió en todo momento con sus deberes, algo por lo que era apreciado entre el pueblo llano, que no obstante le recriminaba su poco conocimiento del castellano. En un primer momento el rey se mostró optimista, deseando enderezar una situación muy difícil. Pero pronto los conflictos se multiplicaron. Los carlistas se alzaron provocando la tercera guerra carlista ahora que su candidato al trono había llegado, el anarquismo y el republicanismo llegaron a España, todas estas corrientes sumieron al país en un ambiente de caos. El gobierno de coalición de los liberales se rompió y el rey se encontró sin apoyos, por lo que decidió marcharse del país dejando como gobierno una república. Murió en Turín en 1890.

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