El origen de los huidos es esa represión, su destino era ser ejecutados o la ley de fugas. Estaban desorganizados, huyeron para salvar la vida, apenas tenían armamento y ni siquiera una conciencia política de lo que hacían. Tenían muy difícil huir al extranjero, en Portugal la dictadura de Salazar los hubiera entregado a Franco y desde 1940 en Francia se hubieran topado con la ocupación nazi. Fue la época más sangrienta en la que hubo verdaderas matanzas también por parte de los maquis como una manera terrible de defenderse y para dar lecciones en algunos pueblos. Entre el 44 y el 45 hay un salto cualitativo. La Guerra Mundial ya estaba decidida y pensaron que había llegado el momento de recuperar la libertad y la República. Es el momento de la guerrilla. Y ésta es una parte de la historia del Partido Comunista de España. Es el PCE quien decide las invasiones del Valle de Arán que fracasan. Pese al fracaso de la invasión, algunas columnas consiguieron progresar hacia el interior y enlazar con las partidas que habían permanecido en el monte desde 1939.
La guerrilla se convierte en un verdadero problema para la estabilización del régimen, un foco perturbador para un régimen aislado y cuyos aliados internacionales acaban de perder la guerra. En el 45
Pero la diplomacia internacional no entiende de sentimientos. Cuando a partir del 47 se estabiliza la “Guerra Fría”, la guerrilla no tiene nada que hacer. Rusia ha recogido su parte del botín, América también, y en este último botín se incluye el apoyo al régimen franquista.
El periodo de máximo apogeo guerrillero fue el comprendido entre 1945 y 1947. A partir de este año se intensificó la represión franquista, que poco a poco fue terminando con las partidas o grupos. Muchos de sus integrantes murieron o fueron detenidos, otros escaparon a Francia o Marruecos. En el año 1952 se procede a la evacuación de los últimos contingentes de importancia. Desde ese año, quienes aún resisten en el monte, negándose a elegir entre exilio o muerte, luchan ya casi exclusivamente por la supervivencia. El final del maquis lo marcan las muertes de Ramón Vila en 1963 y de José Castro en 1965.
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